viernes, 16 de marzo de 2012

TANGO Y LITERATURA ARGENTINA


“Originario de la orilla de Buenos Aires, con perfecta localización geográfica, empírico, vigente y anónimo, transmitido oralmente y funcional, tiene todas las condiciones requeridas por las mayores exigencias del hecho folclórico… Su nacimiento porteño se sitúa en los “barrios bravos” de Buenos Aires del 900…”

Víctor Jaimes Freyre, Mi buen amigo el Folclore (1963)




TANGO Y LITERATURA ARGENTINA

por CLAUDIO MADAIRES
claudio.madaires@gmail.com






Sin las miles de excelentes letras de tango creadas e impresas desde principios del siglo XX, la historia de la literatura argentina no sería idéntica a sí misma. Ignoramos e ignoraremos cuál fue la primera poesía escrita para un tango. Siendo un fenómeno folclórico, sus orígenes literarios permacenerán en el olvido del primer papel nunca escrito. Porque, sabemos que

“El olvido quitó a muchos el galardón y pago de sus servicios, y la memoria ensalzó el valor de los que con príncipes alcanzaron la remuneración de sus obras…” (*)



La memoria folclórica de los pueblos es colectiva, oral, anónima. El tango se hizo carne literaria legible cuando migró del campo a la ciudad, cuando pasó del anonimato cultural al artista con nombre y apellido. Imprentas había en la Buenos Aires del 1900; no en la inmensa planicie procreadora de la pampa. De la íntima relación cultural entre el campo y la Gran Ciudad surgió el primer tango literario. Así lo evidencia la escritura tanguera de los comienzos. Caso famoso, verificado, contundente: “La Morocha”, escrito por Ángel Villoldo en 1905, con música de Enrique Saborido.



Comienza así:

“Yo soy la morocha,
la más agraciada,
la más renombrada
de esta población.
Soy la que al paisano,
muy de madrugada,
brinda un cimarrón.”

La mujer fiel y orgullosa de su valía se canta a sí misma en el amanecer pampero, sirviéndole un mate a su hombre trabajador. No es éste un ejemplo aislado. Toda la historia de la literatura tanguera está empapada de folclorismo gauchesco. Hasta hoy día, los poetas siguen escribiendo tangos de estilo campero. Inútil y degradante pretender la humillación última del tango en la lapidaria frase “vil reptil de prostíbulo”, pergeñada y publicada por Leopoldo Lugones en el periódico argentino “La Nación”.

Del tango gauchesco al lunfardo, es decir, del tango en lenguaje campero al escrito en el lenguaje proletario de la vieja Buenos Aires inmigrante, hubo un corto paso. Casi paralelo al gauchesco, el tango lunfardo se hizo folclore literario también desde comienzos de siglo XX. Siendo el lunfardo una lengua dentro de otra lengua en Buenos Aires, era imposible que no generara literatura popular. Gauchesca o lunfarda, la literatura tanguera fue negada y despreciada, injustamente, por una clase social y sus pretorianos culturales durante sus primeras décadas de existencia. Los ataques fueron impresionantes por su alevosidad. El tango fue acusado de ser “cosa de negros y de gauchos”, como si ser negro o ser gaucho fuera insulto. El lunfardo fue denigrado hasta el límite: catalogado como jerga delictiva; aunque fuera el idioma de millones de argentinos. Pretendieron encasillar el tango como asunto prostibulario, porque esto convenía a la crucifixión moral definitiva.

No recuerdo haber leído ninguna historia de la literatura argentina cabal en su objetividad histórica y estética. Creo que esto se debe a que los poetas populares del tango, en promedio, han sido y son mejores artistas que sus pares cultos.

Escribió José ingenieros:

“El escritor mediocre es peor por su estilo que por su moral” (**)

______
(*) Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez, en “Relación del descubrimiento del Río Amazonas”, Biblioteca Ecuatoriana Amazónica, vol.1, 1992, pág. 141.
(**) José Ingenieros, “El hombre mediocre”, Quito, 2005, pág. 116.





© CAGB. Claudio Madaires, seudónimo. Artículo publicado en el prestigioso periódico ecuatoriano LA HORA en mayo del 2006.

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